Inteligencia artificial: cómo afectará la cuarta revolución a empresas y trabajadores argentinos

La oportunidad se presenta otra vez delante los ojos, pero ¿cómo aprovecharla? Como en un tango, Argentina parece haber llegado tarde o mal a todas las citas históricas que determinaron que países tomaban la delantera industrial y cuáles se quedaban en el pelotón de retaguardia.


Primero fue la revolución de la máquina a vapor, luego la de la electricidad y a fines del siglo XX la de Internet y las telecomunicaciones. Ahora, que según los especialistas está en ciernes un nuevo sismo en el orden mundial, el interrogante es si podremos saltar del otro lado de la brecha que causará la Inteligencia Artificial.


Para entender cómo puede impactar la irrupción de la IA en la economía argentina, la empresa Microsoft Latinoamérica le encargó la elaboración de un informe al Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), que simuló distintos escenarios a 10 y 20 años.


«Estamos ante un punto de inflexión global, donde no se trata de que se van a abaratar algunos costos. Cambiará todo, como pasó muy pocas veces en la historia», afirmó durante la presentación Ramiro Albrieu, uno de los economistas de CIPPEC a cargo del análisis.


La conclusión es que el ritmo de crecimiento económico podría acelerarse en más de un punto porcentual por año durante la próxima década, alcanzando el 4,4%, si Argentina logra romper con la tendencia histórica y acelerar la tasa de adopción de estas tecnologías. Con un efecto secundario: el ímpetu del crecimiento no se restringiría a un pequeño puñado de sectores, sería un fenómeno de carácter general.


«La combinación de las capacidades del ser humano con la aplicación de inteligencia artificial para generar productividad es lo que nos permitirá un mayor desarrollo. Esta tecnología no es nueva, de hecho debe tener al menos unos 15 años, pero la explosión de datos que vivimos en la actualidad es lo que la vuelve escalable y a un costo accesible», describió Diego Bekerman, gerente general de Microsoft.


En hipotéticos escenarios en lo que no se adopte la IA durante la próxima década, o donde la adopción sea suave, el crecimiento económico se mantendría nulo o podría experimentar una aceleración leve. Pero, de asumirse a un ritmo muy superior al del pasado, el efecto innovador causaría un despegue del crecimiento similar al logrado por las economías asiáticas durante la tercera revolución industrial, con creación de nuevas tareas y bienes.


El PBI per cápita, es decir, el nivel de bienestar de los ciudadanos argentinos, se dispararía de u$s 20.900 por persona de 2018 a u$s 29.400 para 2028 y u$s 60.100 para 2038, similar al nivel actual en Estados Unidos o Suiza.


Mientras que un escenario neutro (con leve inserción de la IA), ascendería dentro de 10 años a u$S 27.500 y a u$S 46.000 dentro de 20 años. Y en el futuro más pesimista, los valores ascenderían solo a u$s 23.300 en 2028 y u$s 25.500 en 2038.


Pero adoptar la tecnología de manera rápida e intensa se requiere de empresas dinámicas que puedan absorber las novedades y, sobre todo, de una fuerza de trabajo con habilidades, capacidades y conocimientos compatibles y complementarios a esas tecnologías. Aquí empiezan los problemas…

Pocas habilidades

El informe revela que los trabajadores argentinos están muy poco capacitados para adaptarse a los desafíos: apenas un 16% cuenta con las habilidades que se potenciarán con la revolución IA (1,9 millones sobre un total de 11,9 millones de trabajadores). El 84% restante debería readecuarse.


Allí es donde el Estado deberá cumplir un rol fundamental, para promover y facilitar el proceso de adopción tecnológica por parte de las firmas y para readaptar las habilidades de los trabajadores. Esa instancia implicaría un mecanismo de varias instancias, desde la formación escolar, universitaria y dentro de las mismas empresas, con actualizaciones periódicas.


El informe sostiene que muchos trabajadores podrán reubicarse en nuevas tareas, aunque admite también que «no es descabellado concebir que otros pasaran períodos largos de desempleo o incluso que, algunos, probablemente los de mayor edad, no logren reinsertarse», para lo que el Estado también debería imaginar un plan de protección social para ellos (como la implementación de un ingreso básico universal que se debate en el mundo por estos días).


«Las máquinas ya no necesitan órdenes, aprenden de las personas, y están generando una revolución en la manera en cómo estos dispositivos entran en el proceso de producción y generan nuevas ganancias. Pero no son robots como en las viejas películas, son soluciones que complementan nuestras habilidades. Eso es la innovación hoy en día», concluyó Albrieu.


La capacitación de los trabajadores es uno de los principales desafíos, aunque no el único. La inestabilidad de la macroeconomía, los problemas de financiamiento, la falta de infraestructura, el poco incentivo al cambio, o simplemente el desconocimiento son otras de las barreras que recoge el documento.

Sobre todo, la falta de una estrategia para reorganizar la estructura industrial hacia esquemas más integrados y conectado, que dirijan sus inversiones a la innovación digital. No hay que inventar nada, sino preparar un plan para nuestra economía que vaya por la senda del «Industria 4.0» alemán, el «China 2025», el «Advanced Manufacturing» de EEUU, el «Nouvelle Industrielle» francés o el «Smart Industry» sueco.


«La oportunidad es entender cómo el ecosistema empresarial, los emprendedores y el Gobierno deben invertir para generar un impacto transformador, si no alguien lo hará más rápido. Si somos capaces de leer el contexto y cambiar antes que el resto del mundo, las posibilidades son infinitas», señaló Bekerman.


En la opinión de los especialistas, la cuarta revolución representa una ventana de oportunidad para Argentina, porque acaba de comenzar y recién ahora se puede pensar en implementar la IA en la economía en forma masiva. Pero habrá que moverse rápido.




Fuente: ámbito.com

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