Un desafío y un debate: los robots suman destrezas humanas

Formalizar esas habilidades para que las ejerzan en tiempo real es la meta de una industria que crece en el mundo y, aunque todavía incipiente, también en el país.

 

Oussama Khatib, director del Laboratorio de Robótica de la Universidad de Stanford y presidente de la Fundación Internacional de Investigación en Robótica, contuvo el aliento: OceanOne, un robot, se aventuraba por primera vez a 100 metros de profundidad en las aguas del Mediterráneo para explorar el naufragio de La Lune, un barco hundido en 1664 unos 32 kilómetros al sur de las costas de Francia.

 

El aparato se había quedado atascado entre dos cañones. Probaron encendiendo sus hélices, pero no hicieron más que levantar una nube de arena que anuló su visión. Mientras el capitán del barco que los transportaba, el André Malraux, insistía en que debían partir, se les ocurrió flexionar y estirar los brazos del humanoide de 160 kilos y, ¡sí!, pudieron liberarlo e izarlo a cubierta.

 

«¡Estábamos tan asustados!, creíamos que lo habíamos perdido», comentó Khatib en la charla inaugural del International Symposium on Experimental Robotics (ISER 2018), una reunión científica que se celebra cada dos años desde 1989 en diferentes países, que por primera vez se desarrolla en la Argentina y que congrega a un centenar de los investigadores más destacados en esta área de estudio.

 

OceanOne forma parte de una nueva generación de robots en los que se intenta reproducir cada vez más ajustadamente las destrezas humanas. Particularmente diestro en la manipulación de objetos, en una segunda inmersión identificó una vasija, alargó hacia ella uno de sus brazos articulados, «sintió» sus bordes y su contorno, calculó su peso, la tomó delicadamente con sus manos de acero, la depositó con suavidad en una canasta y bajó la tapa. Al recuperarla, los integrantes de la expedición pudieron ver que se trataba de un ánfora catalana que había permanecido más de tres siglos sumergida.

 

«En estos últimos años, hicimos enormes progresos en movilidad -explicó Khatib-. Pero tenemos que ir más allá. Por ejemplo, mejorando la interacción física. Incluso Asimo [de la compañía Honda], que es fantástico, necesita más precisión y destreza para manipular objetos. En la actualidad, el 99% de los robots se utilizan para operaciones industriales, pero tenemos por delante un mundo totalmente distinto. ¿Cómo codificar las habilidades humanas para transferirlas a los robots? Ese es el gran desafío. Tenemos que pasar de las máquinas pesadas y repetitivas a otras capaces de moverse en un mundo desestructurado. Necesitamos robots capaces de sentir«.

 

Sinergia

OceanOne establece una sinergia con su controlador humano, que lo maneja confortablemente sentado en el barco a través de un par de josticks: está equipado con visión estereoscópica (como la humana), dos brazos y manos articulados, sentido del tacto (habilidades «hápticas») y un cerebro artificial.

 

Es algo así como un buzo virtual que, a diferencia de los de carne y hueso, puede descender 100 metros, aunque está en desarrollo una versión que podrá bajar hasta los 1000 metros de profundidad.

 

«Uno puede sentir exactamente lo que el robot está haciendo -detalló Khatib-. Con el sentido del tacto se crea una nueva dimensión de la percepción». Además, el piloto puede comunicarse con el robot de forma muy intuitiva y así transferirle su experiencia y habilidades cognitivas.

 

Pablo De Cristóforis, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet, que está dirigiendo un proyecto de monitoreo de bosques nativos utilizando drones y es organizador local del ISER 2018, destaca que el de la robótica es un mercado mundial que crece al 25% anual, liderado por Estados Unidos, China, Japón y Alemania.

 

«Ya es común ver vehículos autónomos y manipuladores para el almacenamiento de cargas en las fábricas, artefactos para disminuir el uso de agroquímicos en la agricultura y hasta están en nuestras casas, donde limpian los pisos, cortan el césped y cumplen una gama de aplicaciones muy amplia», ilustró De Cristóforis.

 

Según los científicos, aunque ya hoy están muy difundidos, la demanda seguirá creciendo aceleradamente, entre otras cosas, porque pueden hacer algunas tareas mejor que los seres humanos. «Pueden utilizarse para recolectar muestras en espacios confinados (como las alas de un avión) a los que nosotros no podemos acceder por nuestro tamaño o porque son muy peligrosos, para mantenimiento de estructuras a gran profundidad y para minería -sostuvo Khatib-. Pero también para logística, en grandes depósitos y para usos médicos».

 

Omni, asistente de cargas robótico desarrollado en el país

 

Las películas plantean que en un futuro no muy lejano los robots estarán en todos lados. Y, al parecer, la idea no es exagerada. De hecho, entre los desarrollos que están en marcha se encuentra el llamado robot operating system (ROS), una plataforma donde se puedan compartir los códigos, algoritmos y programas que se van generando para dotar a los robots de capacidades cada vez mayores. «Una tecnología que está surgiendo es la de almacenar conocimiento en la nube -cuenta De Cristóforis-. De ese modo, si un robot desea hacer una actividad para la cual no fue programado, podría bajar de internet esa capacidad que otro robot, en otro lugar del mundo, ya aprendió».

 

La robótica es una disciplina que se nutre de otras muchas, como la teoría de control, las ciencias de la computación, la teoría de la probabilidad, la ingeniería, la electrónica, la física y la química, pero cuando se desea dotar a un robot de la capacidad de decidir, es necesario dotarlo de inteligencia artificial.

 

Entre los desarrollos más notables de la actualidad se encuentran algunos de la compañía norteamericana Boston Dynamics, especializada en robótica bioinspirada, es decir, en tomar como ejemplo animales o el propio ser humano, y lograr aparatos que imiten o superen nuestras capacidades de manipulación, locomoción y movimiento. Tiene sus exponentes más notables en humanoides con aspecto de Terminator. ¿Existe la posibilidad de que lleguemos a ser dominados por los robots?

 

«Hay un fuerte debate en torno de esto y varios científicos alrededor del mundo están proponiendo un compromiso para no desarrollar robótica bélica -contestó De Cristóforis-. Sucedió con todas las tecnologías, desde que levantamos un palo y vimos que servía para arar la tierra o pegarle a un congénere. Pero a medida que estas se van haciendo más complejas, mayor es la responsabilidad que tenemos como científicos. En este caso, un salto cualitativo en el problema ético es que estamos hablando de máquinas que toman decisiones por sí mismas. ¿Quién se hace responsable si un robot inicia una acción que puede terminar perjudicando a un ser humano? Es una pregunta que Isaac Asimov ya se hizo hace muchísimos años y que todavía los científicos seguimos haciéndonos».

 

 

 

 

Fuente: La Nación

 

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