Néstor Di Bello, un licenciado en sistemas que trabajó toda su vida en empresas en las áreas de tecnología, decidió hace dos años ponerse su propia finca en Buenos Aires, pero de un producto algo menos tradicional: Di Bello tiene una granja de criptonomonedas.
Hay granjeros que se dedican a la cría de gallinas, cerdos y vacas; o a producir leche o huevos que luego venden en el mercado. Néstor Di Bello, un licenciado en sistemas que trabajó toda su vida en empresas en las áreas de tecnología, decidió hace dos años ponerse su propia finca en Buenos Aires, pero de un producto algo menos tradicional: Di Bello tiene una granja de criptonomonedas.
Su proyecto, financiado por un fondo de los Estados Unidos, contempló la instalación de decenas de computadoras en el barrio de Villa Ballester para «minar» distintas monedas virtuales (la más conocida es el bitcoin, pero hay centenares con mercados que se van ampliando) y obtener una ganancia en este proceso.
El empresario viajó por Islandia, Canadá y otras mecas de este rubro para poder armar su negocio. En el camino, estudió en profundidad el potencial del blockchain, la arquitectura de programación que está por detrás de las criptomonedas más conocidas y cuyo potencial excede al mundo financiero. Creada hace apenas diez años, esta tecnología de moda apunta, para algunos expertos, a revolucionar para siempre los negocios que se basan en la provisión de «confianza» (escribanos, abogados, contadores, instituciones en general), pero también el entretenimiento, la política, el sistema financiero y el comercio internacional, entre otras áreas. Los más entusiastas aseguran que no hubo una tecnología con un potencial disruptivo tan elevado desde la masificación de internet, hace ya 20 años.
Blockchain es una red global descentralizada, similar a un libro contable abierto, donde se asientan todas las transacciones de bitcoins del mundo. Pero los activos que se pueden certificar en esta arquitectura de software van más allá de esta moneda virtual: pueden ser bienes, servicios, contratos legales y hasta identidades de personas (más de un décimo de la población del planeta hoy no tiene un documento formal), que se «asocian» a un bloque de código que luego se encadena con otros (de allí su nombre: «cadena de bloques»). Cada nodo (punto de la red) puede validar cada transacción y el sistema se considera imposible de hackear (en realidad, los costos de hacerlo son astronómicos y no lo justifican).
Es una de las denominadas «tecnologías exponenciales», de altísimo crecimiento, que genera más entusiasmo, y sus partidarios no se intimidan con la caída dramática que tuvo el bitcoin en 2018, cuando perdió más de la mitad de su valor máximo en pocos meses.
Los empresarios y emprendedores argentinos están viviendo un particular criptorromance con esta nueva tecnología. Buenos Aires está considerado el hub(centro) más potente de América Latina en este tipo de negocios, las rondas de inversión más exitosas del año fueron para este sector vía «ICOs» (ofertas iniciales en monedas virtuales) multimillonarias y el libro Digital Gold, el best seller del periodista del The New York Times Nathaniel Popper sobre el tema, tiene a varios argentinos mencionados, entre ellos Wenceslao Casares, el creador de Patagon, quien en el punto máximo de cotización del bitcoin, de 20.000 dólares por unidad a fines de 2017, llegó a tener un patrimonio personal superior al valor de Mercado Libre, la empresa más cara de la Argentina.
En la literatura sobre innovación se suele hablar del fenómeno de «creatividad de supervivencia» que se da en aquellos países que tuvieron procesos de crecimiento desde un punto de partida muy desfavorable, como Israel, Corea del Sur o Estonia, entre otros. En el caso de la Argentina y las criptotecnologías el «obstáculo inspirador» fue el cepo cambiario de Guillermo Moreno. Al contrario que en países ricos y bancarizados -donde el bitcoin surgió en su momento con ideales libertarios y ciberpunks, asociados a inversiones de alto riesgo-, a nivel local comenzó a utilizarse fuerte para saltar las restricciones de la política económica del kirchnerismo. Por eso, desde su origen, la comunidad local de criptomonedas tuvo los pies sobre la tierra y se constituyó sobre una base más funcional y de búsqueda de soluciones para un problema real, cuenta a LA NACION revista Sergio Lerner, un programador que fue contratado por Gavin Andresen, jefe científico de la Fundación Bitcoin mundial, como auditor del código de seguridad de la criptomoneda.
«La revolución de blockchain tiene hoy cinco motores centrales -explica Lerner-. Los pagos digitales más eficientes, las monedas no gubernamentales con emisión programada, los contratos inteligentes, la eliminación de las barreras de entrada a financiamiento para pequeñas empresas y el crecimiento de los celulares como billetera electrónica».
Lerner saltó a la fama en este ámbito porque «descubrió», en una suerte de trabajo arqueológico criptográfico, las unidades originales de bitcoins de Satoshi Nakamoto, el misterioso creador de la criptomoneda, que fue también su primer minero, diez años atrás. Según sus reglas de base, los bitcoins se pueden obtener por transacción o minándolos (como hace Di Bello en su granja) con poder computacional. Nakamoto posee alrededor de un millón de bitcoins, que nunca se vendieron. Su identidad es un misterio que jamás se reveló y no hay consenso entre los programadores sobre quién es realmente esta persona.
Una tecnología política
Aunque se suele enfatizar que esta nueva «máquina de confianza» llegó para revolucionar los negocios basados en proveer algún tipo de validación externa entre partes (escribanos, contadores, abogados, colegios profesionales, oficinas estatales, etc.), lo cierto es que la onda expansiva de este meteorito excede a los jugadores tradicionales de la economía: empresas tan en la cresta de la ola de la innovación como AirBnB o Uber también aparecen con su modelo de negocios amenazado. Al existir un proveedor de confianza descentralizado cualquiera de nosotros podría intercambiar un vehículo o un departamento en forma temporaria sin tener que pagarle una comisión a una plataforma digital en el medio.
Para el tecnólogo y científico de datos Marcelo Rinesi, » blockchain no es principalmente una tecnología financiera, como se cree. Es una tecnología política y su campo de aplicación es el de los países en vías de desarrollo como la Argentina», sostiene el profesor del Instituto Baikal. Rinesi explica que «el principal problema que ataca blockchain es la confianza en un tercero. Hoy hay millones de personas en todo el mundo que no pueden confiar no solamente en el sistema financiero, sino en las funciones más básicas del Estado. La confianza tarda décadas en construirse, y su escasez tiende a perpetuarse en contextos de incentivos viciados».
En este contexto, blockchain podría significar un «salto de rana» en términos de desarrollo para naciones con baja o nula confianza en las instituciones. En su libroDown The Rabbit Hole, el emprendedor y evangelizador de blockchain Tim Lea cree que esta tecnología puede ayudar a reducir de manera drástica la corrupción entre países. «En teoría, ya puede hacerlo: sus capas son transparentes y auditables; el mayor desafío está en su implementación porque hay muchos intermediarios que viven de esta opacidad».
¿Un ejemplo concreto? La ONU ya está enviando a campos de refugiados en África la ayuda en ethereum (la segunda criptomoneda más conocida): mediante contratos inteligentes se aseguran de que la plata llegue a los necesitados (cuya identidad se valida con reconocimiento del iris de los ojos), que a su vez solo pueden gastarla en comida, educación y remedios. Ban Ki-Moon, exsecretario general de la ONU, estimó en su momento que el 30 por ciento de la ayuda humanitaria se pierde en el camino hasta los destinatarios finales por costos de intermediación financiera, administrativos, de corrupción, etc.
Se calcula que unas 1100 millones de personas no poseen una identificación validada en el mundo, lo que las deja afuera de cualquier transacción financiera y perpetúa el círculo de pobreza. «Los sistemas actuales de identificación personal -partidas de nacimiento, documentos, pasaportes- se basan en procesos físicos, lo cual tiene limitaciones inherentes», cuenta la argentina Pía Mancini, especialista en tecnologías políticas y cofundadora de Democracy Earth, una fundación que utiliza blockchain para «devolverle soberanía al ciudadano en decisiones políticas».
Dos años atrás Mancini y su esposo, Santiago Siri, inscribieron a su hija Roma, recién nacida, en blockchain. Fue el primer ser humano que suma sus datos a esta red, de acuerdo al profesor de NYU David Yermack. Si este método se masifica, se equilibraría la cancha para, por ejemplo, las 2000 millones de personas que hoy no tienen acceso al sistema financiero en el mundo porque, entre otras cosas, no poseen una identidad validada. «Tener una voz en este mundo depende del azar de donde uno nació, y eso es inaceptable», explica Mancini.
En la Argentina, a nivel gubernamental, al cierre de esta edición se estaba formando la primera «mesa cripto» en la órbita de la Casa Rosada. La idea es posicionar al país como «el» hub regional en esta materia, y aprovechar los US$10.000 millones de capitales internacionales que -estiman en el sector- hoy están prestos a invertir en este tipo de iniciativas. Entre las alternativas que se barajan están usar como plataforma de «la Argentina, país amigable con blockchain» a la reunión del G-20.
Carambolas a varias bandas
«Lo más interesante no es blockchain a solas, sino lo que empieza a suceder cuando se combina con otras tecnologías exponenciales», dice Pablo De Gregorio, quien desde Earnst & Young está trabajando en varias iniciativas que involucran a la red detrás del bitcoin con empresas grandes y pequeñas.
Por caso, la masificación de sensores conectados a internet («internet de las cosas») permitirá que procesos que hoy tienen muchos intermediarios se realicen mediante contratos inteligentes con cláusulas que se van autoejecutando a medida que se certifican digitalmente. De Gregorio está trabajando este esquema para bodegas (los consumidores podrán tener información diferencial de cada botella, con una trazabilidad perfecta, lo que incrementa el valor intangible de las marcas). Con la misma lógica, un consorcio argentino ya exportó soja a Malasia. Toyota está experimentando con vehículos cuyo software no permite el encendido si el comprador no paga una cuota del crédito preacordado, vía criptomonedas. Suena una práctica poco amable para una marca, pero elimina un costo de intermediación que redunda en beneficios para la fábrica y para el comprador.
Para el comercio exterior, donde llevar una carga de un país a otros requiere en promedio 30 operaciones, esta tecnología se anticipa tan revolucionaria como lo fue la masificación de los contenedores de acero en las décadas del 60 y 70. Según un informe del World Economic Forum de este año, blockchain tiene el potencial de agregar un billón de dólares (un trillion en inglés) al comercio internacional.
En el negocio del entretenimiento, Blockchain es la nueva frontera tecnológica. Max Cavazzani, el creador de Preguntados y hoy dueño de Etermax, una firma candidata a ser el próximo unicornio argentino (empresa que supera los 1000 millones de dólares de cotización), sostuvo en un evento de LA NACION en el Malba que el entretenimiento suele ser la punta de lanza de la disrupción tecnológica, porque puede experimentar con un riesgo menor que en las finanzas (donde hay dinero en juego) o la salud (donde hay vidas comprometidas). «Si uno quiere saber por dónde viene la ola tecnológica, nada mejor que observar al sector de Defensa, a los videogames y al entretenimiento para adultos», recomienda Manuel Beaudroit, uno de los fundadores de Bitex. Estas tres áreas suelen ser pioneras en la adopción de nuevas tecnologías, y las tres están ensayando distintos modelos de negocios apalancados en criptoalternativas.
Blockchain puede, además, revolucionar los consumos culturales masificando los micropagos, que hasta ahora en muchos casos eran antieconómicos porque el costo de transacción que imponen los bancos para adquirir una canción o una nota periodística es mayor al de la compra en sí.
En una producción cinematográfica, un contrato inteligente podría establecer a priori el pago para todas las partes involucradas y ejecutar automáticamente una vez que la película esté estrenada y generando ingresos. Una banda de música con pocos -pero muy fieles- seguidores podría saltearse todo el laberinto de abogados, discográficas y regulaciones de derechos de autor y vender, directamente, 2000 o 3000 copias inhackeables de una canción a sus fanáticos.
Porque blockchain también permite que llegue al mundo digital una característica fundamental del modelo capitalista: la escasez. Por eso se trata de una tecnología que amplifica los puentes entre el terreno digital y el real.
Ponele Blockchain a todo
Al igual que sucede con la inteligencia artificial, la fiebre corporativa por blockchain es tan alta que a menudo se etiqueta con esos nombres a simples programas de software. «Para muchos de los problemas que se pretenden solucionar con blockchain basta con una base de datos convencional», opina Maule Aristarán, un científico de datos que vive en Bahía Blanca e investigó durante años en el MIT. Aristarán es crítico con lo que considera una tendencia exagerada, y coincide con el tecnoescéptico bielorruso Eugeni Morozov en que este esquema se parece mucho a «una solución en busca de un problema».
De hecho, la masificación de blockchain viene hasta ahora más lenta de lo previsto. Para empezar, se trata de una tecnología que necesita reescribirse constantemente millones de veces para no perder la consistencia, lo que la hace muy intensiva en el uso de energía. En la capital de Islandia, Reikiavik, se usa más electricidad para minado de criptomonedas que para consumo de la población. Goldman Sachs estima que este año el minado global de criptomonedas insumirá más energía eléctrica de la que consume la Argentina en el año.
«A pesar de su complejidad conceptual es una tecnología con bajas barreras de entrada: todo pasa por ser creativos con los modelos de negocios y por hacerse las preguntas adecuadas -cuenta Pablo Moreno, experto en transformación de E&Y-. Por eso es una tecnología ideal para que la abrace la Argentina. El problema está en que modifica el equilibrio de poder, por eso cuesta arrancar y cambiar la forma de pensar». Beaudroit coincide: «Se está tocando un centro neurálgico de poder. Entre otros frentes el sistema financiero lleva 500 años instalado, es natural que haya ruido porque hay actores muy poderosos que se ven amenazados».
En noviembre del año pasado una criptoempresa argentina, Ripio, levantó en una ICO 37 millones de dólares, la mayor operación de este tipo para una firma local. Su CEO, Sebastián Serrano, cree que estamos recién en una primera etapa, en una suerte de «Salvaje Oeste» de la nueva tecnología, en la que cuesta cambiar los modelos mentales. Algo similar a lo que sucedió hace 18 años con las puntocom, cuando nacieron las empresas que hoy dominan el mundo, pero también hubo fracasos estruendosos. «Yo no tengo dudas de que dentro de unos años el ecosistema de blockchain va a valer billones de dólares, lo que es imposible es determinar ahora quiénes serán las Amazon, Google o Apple de esta nueva era», afirma Serrano.
En su novela Fiesta, el autor estadounidense Ernest Hemingway describía a un personaje que entraba en bancarrota «primero de manera gradual, y luego de manera abrupta». Para Martín Hagelstrom, un argentino que lidera el centro de iniciativas sobreblockchain en San Pablo de IBM para toda América Latina, «el comienzo es lento porque deben sentarse en la misma mesa jugadores que compiten entre sí y muchas veces se odian, con intereses opuestos. Pero una vez que hay un mínimo estándar, la velocidad de despliegue es muy alta».
Como sostuvo Bill Gates, el dueño de Microsoft: «Tendemos a sobreestimar el cambio a dos años y a subestimarlo de aquí a diez años. No te dejes arrullar por la inacción».
CRIPTOGLOSARIO
- BLOCKCHAIN. Un libro de contabilidad digital en el que las transacciones realizadas en bitcoin u otra criptomoneda se registran cronológica y públicamente. También se pueden «inscribir» allí otros bienes, servicios, contratos e identidades de personas.
- BITCOIN. Una unidad de la moneda digital descentralizada que puede ser intercambiada por bienes y servicios. Bitcoin también funciona como una moneda de reserva para el ecosistema de altcoin
- CRIPTOMONEDA. Una moneda digital en la que las técnicas de cifrado se utilizan para regular la generación de unidades de moneda y verificar la transferencia de fondos, que operan independientemente de un banco central.
- INITIAL COIN OFFERING (ICO, Oferta Inicial de Criptomonedas). Ocurre cuando alguien ofrece a los inversores algunas unidades de una nueva criptomoneda o criptoficha a cambio de criptomonedas como bitcoin o ethereum.
- NODO. Es esencialmente una computadora conectada a la red de criptomonedas. Un nodo soporta la red a través de la validación y retransmisión de transacciones mientras recibe una copia de la cadena de bloques completa.
- ETHER (Éter). Es el token nativo de la cadena de bloques de ethereum, la segunda más popular luego de bitcoin, que se utiliza para pagar tarifas de transacción, recompensas de mineros y otros servicios en la red.
Fuente: La Nación
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