Las chicas del software: de usuarias digitales a profesionales de la tecnología

Aunque son minoría en las carreras de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, cada vez más jóvenes se interesan en el mundo de la informática y la programación





Cuando Karen Poch se anotó en la carrera de Sistemas no sabía de qué se trataba. Corría el año 2006, tenía 18 años y recién egresaba del Bachillerato de Bellas Artes de La Plata, con orientación, claro, en arte y música. Tampoco había tenido gran contacto con la informática y, mucho menos, con la programación: en su escuela había una sola computadora que se usaba para hacer arte digital entre 10 alumnos, una hora por semana. Pero el resultado de un test vocacional y una amiga que había elegido Diseño Gráfico la rumbearon en esa dirección.

El primer día de cursada se encontró en un aula con 90 personas: sólo 10 eran mujeres. “Me senté, vi que teníamos software y pensé ¿qué hago acá? ¿A dónde me metí?”, recuerda hoy, licenciada en Sistema de la UNLP y ayudante adjunta en la Facultad de Informática de esa casa de estudios. “No sé cómo llegué ahí, pero empecé la carrera y me gustó, me enganché”.



El software está presente en todos los aspectos de nuestra vida: cuando hacemos un depósito a través de home banking, cuando nos comunicamos a través de una app (aplicación móvil) desde nuestro celular, cuando hacemos un trámite o sacamos un turno a través de una página web. Aquello que vivimos como soluciones “mágicas” conllevan un trasfondo complejo donde operan cientos de actores. Una parte muy importante de los trabajos del futuro –no tan lejano- va a requerir conocimientos de informática. La Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos de Argentina (Cessi) estima que cada año hay unos 5.000 puestos de trabajo en la Industria del Software que no se llenan por falta de profesionales. Y muchos de esos profesionales faltantes son, justamente, mujeres.

La escasa participación de las mujeres en carreras de tecnología es un problema global que se extiende a todas las conocidas con la sigla inglesa STEM, que incluye carreras de Science (Ciencia), Technology (Tecnología), Engineering (Ingeniería) y Mathematics (Matemática).

Sin embargo, a nivel regional un grupo de organizaciones, empresas de software y universidades trabajan en múltiples iniciativas para acercar a niñas y jóvenes a la informática, mostrándoles lo que se puede “hacer/crear” con las tecnologías digitales, dejando de lado su posición como simples usuarias. Veamos.

LAS DE SISTEMAS

 



“Cuando yo me inscribí en Informática mi familia y los conocidos me decían: es la carrera del futuro. Nadie sabía de qué se trataba pero era la carrera del futuro”, recuerda Karen Poch (31). Lleva puesta una camisa rosa y tiene el pelo rubio carré, se ríe de la anécdota en la sala de reuniones de Flux IT, la empresa de software de La Plata en la que trabaja como programadora desde hace 3 años. “Mi mamá dice que hago computación”, comenta al grupo de chicas-programadoras Leticia Trujillo (31), Analista en Sistemas, oriunda de Darregueira y futura Licenciada en Sistemas (UNLP).



Melanie Hughe es rubia, habla suave y pausado, programa desde los 14 años y cuando ingresó en Sistemas sabía de qué se trataba. Hoy tiene 26, trabaja en Flux IT como programadora y sigue estudiando, pero el entusiasmo por su disciplina hace que más de una vez vuelva a su casa después del trabajo y siga leyendo cosas para aprender y mejorar.



“Nosotras siempre decimos en chiste: ¿Vos sos de sistemas? ¿Me arreglás la impresora? Y la verdad es que no ves eso en la carrera”, comenta Agustina Bazzano y sus compañeras asienten con risas cómplices. “Hay una ignorancia general sobre qué hacemos quienes trabajamos en sistemas, la misma que teníamos muchas de nosotras cuando entramos a la carrera”.



Cuando terminó el secundario, esta morocha de 32 años se mudó de Chacabuco a Capital Federal para estudiar Ingeniería en Informática en la Universidad de Buenos Aires. Sabía que quería estudiar eso pero no entendía en detalle de qué se trataba. Lo fue descubriendo a lo largo de la carrera. En ese tiempo también se sorprendió de la gran salida laboral que tenía el rubro –tuvo dos trabajos distintos como programadora mientras estudiaba– y que con sus conocimientos podía cumplir distintos roles dentro de una empresa. Hoy es Project Manager (Líder de proyecto) en Flux IT, donde trabaja hace cinco años, y, a diferencia de sus compañeras, ya no programa sino que coordina y lleva adelante proyectos.



Agustina habla con soltura y denota su pasión por lo que hace: “En general este trabajo se desarrolla en equipo, se discute y muchas veces hay laburo interdisciplinario. Me ha tocado trabajar con científicos, doctores o agentes de seguros que hablan en un idioma totalmente distinto al mío. Trabajé con varios proyectos del área de salud y terminé aprendiendo cual es el día a día de los médicos o de una guardia, cómo se hacen las indicaciones médicas para pediatría. Cosas que pensé que nunca iba a tener que saber”, cuenta.



Leticia se auto reconoce como “la rara” de una familia que tiene larga tradición docente. Egresada de un colegio donde tenía informática como materia, tuvo una incursión frustrada en la carrera de Trabajo Social, que después de un año de cursada sólo le reafirmó que lo suyo era la Informática. “Para mí programar y resolver problemas te abre la mente. Te ayuda para la vida misma. Que las chicas tengan en el secundario programación es ideal”, resume con seguridad. Hoy trabaja con puertos de todo el mundo y su labor la ha llevado a viajar para ser partícipe de la inauguración del puerto de Buenaventura en Colombia, donde su equipo llevó adelante la implementación y soporte de un portal creado específicamente para su funcionamiento.

ACORTAR LA BRECHA DE GÉNERO

Las chicas que hoy están en el secundario cada vez eligen menos estudiar carreras como Ciencias de la Computación, Sistemas, Programación o Ingeniería en Informática. Según datos de la fundación Sadosky, en los años 60’ el 67% de los alumnos que cursaban Ciencias de la Computación en la UBA eran mujeres, mientras que en la actualidad sólo representan el 11%. La brecha de género en estas disciplinas no es una problemática únicamente en Argentina sino una realidad a nivel mundial. Según la organización internacional Girls who code (Chicas que “codean” o programan) sólo 1 de cada 5 graduados en Ciencias de la Computación es mujer.



Sin embargo, en un contexto de falta de recursos –que se inicia con el bajo índice que opta por cursar carreras de informática y tecnología en general–, en la actualidad existen varias iniciativas para que las mujeres vuelvan a elegir estas carreras como una opción laboral.



Una de ellas son los clubes de chicas programadoras. En Argentina, una de sus impulsoras es María Laura Palacios, Ingeniera en sistemas y dueña de Codes, empresa de consultoría y desarrollo de sistemas, y Juan Navarro, socio de Hexacta, una empresa de software de La Plata. El programa está inspirado en la experiencia internacional Girls who code. Se trata de encuentros semanales de dos horas, gratuitos y voluntarios, dirigidos a chicas de entre 12 y 17 años donde se les enseña a programar de manera lúdica para desmitificar la idea de que programar es difícil o para varones, y a la vez empoderarlas y motivarlas en el ámbito de la tecnología.

La brecha de género en estas disciplinas es una problemática a nivel mundial


En el secundario falta información y currículas vinculadas a la tecnología



Los clubes son muy recientes: comenzaron en 2016 con el apoyo de la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos en colegios de Monte Grande y de Olivos y luego en Escobar, Campana y Tucumán. En 2017, Diego Vigliarolo (48), socio de Hexacta, llevó la propuesta al Colegio Raíces de Gonnet donde estudian sus cuatro hijas. La idea fue recibida con mucho entusiasmo por los directivos, que autorizaron desarrollar un Club en la institución.



Con apoyo de la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos de Argentina (Cessi) y del Polo Tecnológico de La Plata (Polo IT) se hizo la primera convocatoria en la que se anotaron 78 chicas del colegio. Antes de dar inicio a la primera clase del Club, Vigliarolo, quien comenzó su carrera como Consultor Externo de Accenture, les contó a las chicas de qué se trataba este mundo de la tecnología desde un ejemplo muy sencillo y cotidiano: una compra por Internet.



Ante un aula repleta de adolescentes atentas, describió de manera didáctica un proceso casi natural para los que vivimos en el mundo 3.0. Lo que se dispara a partir de que clickean “Comprar” en un página como Mercado Libre o Amazon; las distintas empresas que generan el producto, la logística del envío, el funcionamiento de los pagos a los bancos, etc. Después de la charla muchas cayeron en la cuenta de que no creían que sucedía todo eso. “Yo pensaba estudiar diseño gráfico porque me gusta. Pero nunca me imaginé que podía tener que ver con todo esto”, le comentó una chica de 17 años a su compañera de sexto año mientras salían del salón.



El programa que empezó en septiembre de 2017 con mentoras voluntarias, programadores, líderes de proyectos o arquitectas que trabajan en empresas de software y forman parte de la iniciativa, tuvo un total de 20 alumnas. A la hora de elegir temas para programar y desarrollar sus web, Vigliarolo destaca que los intereses de estas adolescentes siempre fueron muy profundos: páginas con información sobre derechos, feminismo o #NiUnaMenos, incluso se pensó en desarrollar una página nueva para la escuela. La propuesta sigue en pie este año con la intención de ampliar la convocatoria a otros colegios públicos y privados de la ciudad.



En los colegios secundarios existe falta de información y currículas relacionadas a la tecnología. “Desde la educación se tiene que trabajar de qué manera se les empieza a contar esto a los más jóvenes, porque sino lo que les llega son los videojuegos o internet, pero sin entender mucho su potencial transformador o laboral”, sostiene Vigliarolo.



Será por eso que desde la Facultad de Informática de la UNLP se desarrollan continuamente proyectos de extensión y actividades de articulación con escuelas secundarias y en los últimos dos años, se comenzó a trabajar también en escuelas primarias. Otras iniciativas similares en materia de formación y difusión para mujeres son Chicas en Tecnología, una organización que se propone motivar a la próxima generación de innovadoras en tecnología y la Agrupación Ada, cuyo nombre surge en honor a Ada Lovelace, la primera programadora del mundo, que ofrece cursos cortos y gratuitos para capacitar en programación a mujeres que no cuentan con estudios universitarios ni empleo formal para insertarlas en el mercado laboral.

OTRAS FORMAS DE TRABAJAR EN TECNOLOGÍA



Vera Riddick es Diseñadora en Comunicación Visual. Su perfil analítico la llevó a descubrir el universo del diseño UX. Desde 2015 trabaja en GlobalLogic y su trabajo está centrado en el diseño de productos o servicios digitales, como puede ser una aplicación de homebanking, donde la experiencia del usuario es protagonista. “Siempre me costó diseñar pensando solamente en cosas bonitas, me gustaba encontrarles el por qué, la razón, el motivo”, recuerda esta platense de 27 años que se mudó a CABA por su trabajo. “La experiencia de usuario está presente en todo momento, no sólo en el desarrollo de productos digitales. Está cuando te sentás en un restaurante a leer una carta, cuando caminás en un plaza y preferís ir en diagonal y no bordearla, etc. Está en todo momento porque nosotros somos usuarios”, reflexiona.



Hoy Vera trabaja a diario con programadores, informáticos, ingenieros en sistemas pero no se imagina dedicándose a nada de eso. “Nunca hubiese elegido estudiar o trabajar en nada que fuese desarrollo. Lo que me gusta de ser diseñadora UX es que combino lo mejor de los dos mundos. La parte creativa del diseño y la parte más analítica-funcional de brindar una solución específica. Pero todo lo que es código me parece súper cerrado, estructurado y complejo”, se sincera.



María Agustina Echaniz tiene 20 años y está en primero de la Licenciatura en Sistemas de la Facultad de Informática (UNLP). Siempre le interesó el tema y además en el colegio tuvo formación tanto en informática como en programación. El año pasado, en su primer año de cursada se sumó como integrante de Linuxchix, una comunidad integrada por alumnos y alumnas de esta casa de estudios que busca reducir la brecha de género en el ámbito de la informática buscando que más mujeres se acerquen al tema. La comunidad no sólo está dirigida al cupo femenino sino también a los géneros no binarios (hombre o mujer), y su objetivo principal es que sean respetados y sientan a la Facultad como un lugar propicio en el que puedan forjar su futuro como profesionales.



Como ingresante, Agustina se sintió identificada con esta propuesta porque entendía que no es sencillo acostumbrarse a una carrera donde el porcentaje de ingresantes mujeres es del 20% contra un 80% de matrícula de varones. Desde Linuxchixs ella también incentiva una presencia más significativa de todas aquellas personas que no se sienten identificadas con el género masculino socialmente impuesto en este ámbito. Hoy estudia y su sueño, además de acortar la brecha de género en su disciplina, es trabajar algún día en Seguridad Informática.



Aunque la participación de mujeres en educación superior se ha incrementado, aún existe una carencia de matrícula en estas áreas. La oferta de trabajo, chicas, no es para nada desechable: en 2020 se producirán más de 1.4 millones de puestos de trabajo relacionados al sector tecnológico y se proyecta que tan solo habrá un total de 29% de graduados para cubrir esa cuota.









Fuente: ElDia.com

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