Cuando pensamos en hábitos que pueden hacer una diferencia en el medioambiente, por lo general, tendemos a apuntar a grandes gestos: dejar de comer carne, reciclar, plantar un árbol para contrarrestar las emisiones de CO2. Pero una nueva tendencia se abre camino en el mundo tech: programación y diseño web «sustentable» para combatir el cambio climático.
¿En qué consiste? Simple, cuando muchos de nosotros realizamos movimientos online -clics para anotarnos vía un formulario web, un mail que enviamos o un video que bajamos-, miles de bytes al mes se están transfiriendo de un punto a otro del globo. Y para que esto suceda de forma continua y rápida, se requieren grandes servidores funcionando 24 horas, que por supuesto gastan energía y conllevan un costo ambiental.
Menos código, menos energía
Uno de los iniciadores de la movida del «sustainable software design» es Danny van Kooten, creador de uno de los plug-ins más populares de WordPress, el de Mailchimp (el famoso servicio para generar mailing list y administrar envíos por correo). Lo cierto es que la creación de Kooten era muy popular y usada (ya que le permitía a la gente colocar este plug-in en su sitio y colectar mails), pero muy poco ecológica. En este sentido, la ecuación en términos de programación es contundente: menos código se usa, menos energía se consume. Por lo que con algunos ajustes aquí y allá, Kooten logró que su código mandara 20K menos, lo cual puede parecer realmente poco, pero no lo es. Imaginemos todos los sitios que usan esta función de Mailchimp (unos dos millones) y la cantidad de gente cliqueando diariamente. Unos cálculos rápidos arrojan que gracias a este pequeño ajuste, Kooten redujo las emisiones de CO2 por 59.000K, lo que equivale a 85 viajes ida y vuelta de Nueva York a Ámsterdam. ¿Nada mal para un pequeño cambio, verdad?
La sostenibilidad se ha vuelto un factor esencial al hacer negocios, y si las empresas fallan en adaptarse a este nuevo paradigma pueden recibir crítica pública y perder market share.
IntechOpen
«Es increíble que el código sea lo más grande que pude hacer para reducir mi huella de carbono, porque toma mucho menos esfuerzo que comprometerme a incorporar otros hábitos ambientalmente sostenibles», le comentaba Van Kooten a la revista Wired. Esta idea de reducir código en la programación, pero también el diseño de las aplicaciones y sitios web en todo el mundo, está prendiendo como enredadera, sobre todo en una industria que busca, a toda costa, ser ambientalmente responsable. «La sostenibilidad se ha vuelto un factor esencial al hacer negocios en este momento, y si las empresas fallan en adaptarse a este nuevo paradigma y mantener un desarrollo de software sustentable, pueden recibir crítica pública y perder market share», explican desde la consultora IntechOpen.
Por eso, no sorprende que ya se hable de ecosistemas de la información y de «green IT practices» (prácticas tecnológicas verdes), y cada vez más firmas y consultoras estén comenzando a asesorar para medir el presupuesto de energía de las corporaciones, el gasto total por mes y lo que consume cada clic o «swipe» de las nuevas apps que se están haciendo.
Nuevas generaciones con tecnologías verdes
Quizá sea la nueva generación de desarrolladores y creadores de tecnologías la que, entre otros valores, empiece a sopesar el código verde en sus trabajos. Wired también reporta sobre un grupo de estudiantes que diseñaron un filtro de Instagram que reduce automáticamente, en un 40% más, el tamaño de un archivo fotográfico para postear.
Aunque muchos de estos ajustes parezcan una nimiedad, cabe considerar el nivel de impacto que podrían tener no solo al implementarse este tipo de enfoques en empresas y entidades públicas, sino también en miles de usuarios en todo el mundo. Tan solo dos cosas que son parte central de la rutina cotidiana de una persona, mails y videos, tienen un gasto abismal que no imaginamos y que con un recorte de código podrían hacer la diferencia.
Ver videos ocupa un 61% del total de la actividad online a nivel mundial (con Netflix ocupando el 13% de ese número). Por otro lado, tenemos una cantidad de correos innecesarios que se envían por día solo para decir «recibido», «gracias» u «OK». La firma británica Ovo examinó el uso de mails y llegó a la conclusión de que, en términos de huella de carbono, si cada adulto en el Reino Unido mandara un mail menos de agradecimiento por día, se reducirían en 16 toneladas las emisiones de carbono al año. Esto equivale a 22 viajes ida y vuelta de Nueva York a Londres.
Así que ya sabés, la próxima vez que vayas a apretar el botón de enviar para mandar un mensaje intrascendente, pensá en hacer algo por el planeta y desistí.
Fuente: La Nación
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